miércoles, 27 de octubre de 2010

Huasi quinsa. Diferencias y similitudes

Ayer vino mi casero al trabajo para decirme que me invitaba hoy a un desayuno con su familia. Hoy hace justo un mes que su madre murió e iban a hacer una conmemoración familiar.

- Pablito, vente mañana a casa a tomar mondongo ayacuchano con nosotros - me dijo.
- ¡Genial!- le dije, no muy seguro de mi mismo.
...

Después de la conversación, raudo y veloz escribo en Google: Mondongo ayacuchano.

Y me encuentro lo siguiente:
Chupe (sopa) de mote (grano) de maíz con carne de res, pellejo de cerdo, panza de carnero,  menudencias, que se hierve toda la noche a fuego lento y al que se añade hierba buena y cilantro.

Y añado yo: con mucho cilantro y con muchas menudencias, arg!

Y de postre, copa de anís.

El liviano desayuno ha sido a las 7:30 a.m. He superado la prueba completa, aunque he estado un poco revuelto toda la mañana. Sólo espero que esto no se haga todos los días 27 de cada mes...

Pero a parte del choque alimenticio, ha sido algo muy especial. Sinceramente me ha impresionado mucho.
Mi casero vive en una especie de anexo a mi edificio y tienen un gran patio. Yo pensaba que sería un desayuno en su casa, con su mujer y sus hijos. Pero no.
Sobre las 7 de la mañana ha empezado a llegar gente. Entre familiares, amigos, vecinos, etc., se han juntado unas cien personas a tomar el mondongo en el patio. ¡Había un par de camareros y todo!
La conmemoración es una especie de recuerdo de la persona que recientemente ha fallecido y todos se juntan para recordarla. El ambiente era un tanto melancólico, pero nada trágico, lo que ha hecho que no me sintiera incómodo.

Y he aquí el chupe de mondongo ayacuchano:



No era pequeño, no.

Y como me parecía una falta de respeto hacer una foto de la gente, en mitad de la celebración, la he hecho tras mi huida y desde la terraza de mi casa.





Después de esta experiencia me he ido al trabajo pensando en lo diferentes que son las costumbres y en lo agradable que es aquí la gente. Me habían dicho que los ayacuchanos eran personas reservada, que les costaba confiar en la gente, pero la verdad es que yo me estoy encontrando con todo lo contrario, personas que aunque tímidas y que les cuesta mirarte a los ojos, te abren su casa.


Entre las actividades que hay estos días en el Centro Cultural está la de un congreso de literatura peruana y esta noche era la Noche Cultural. Desde la oficina he empezado a escuchar la archiconocida canción de Clavelitos y el toniquete me recordaba al de los tunos. Me he asomado al patio para ver quién cantaba y me he sorprendido al verlos a ellos, a los tunos. Y es que resulta, que la primera tuna, al menos de Perú, es la de la Universidad de Huamanga, aquí, en Ayacucho.


Así que me he vuelto a casa canturreando Clavelitos. ¡Los tunos son iguales!

lunes, 25 de octubre de 2010

Huasi iskai. Casa dos

Mi idea es aprender unas cuantas palabras en quechua en estos meses. De momento sólo me quedo con una, ¿cuál será será?.
Por cierto, uno se escribe "uí". Aún no sé si se dice como todos pensamos.

Por petición voy a mostrar mi preciosa huasi, aunque la idea es que la conozcáis en persona.

Vivo en el último piso, el 4º para mí y el 5º para los peruanos, ya que aquí el bajo es el 1º. Me alegré mucho cuando me di cuenta de que llevaba unos días subiendo un piso menos del que creía. Jeje.
Es uno de los pocos edificios que hay en la ciudad, la mayoría son de un par de plantas. También es uno de los pocos en mi barrio que está pintado, aunque sólo esta fachada.

Y por dentro es así.



La nevera, junto a una mesa y 4 sillas, es lo único que tengo en el salón. Por problemas logísticos, el frigo no está en la cocina. Resulta que la casa tiene forma trapezoidal, más o menos, y ¡la cocina es un triángulo isósceles!

Cambiando de tema.

Ayer domingo me fui a Vilcas Huamán (Halcón sagrado). Es la provincia que queda al sur de la mía, a unos 140 kilómetros o 5 horas en una combi, o bus peque, muy peque.




A pesar de lo incómodo, el viaje mereció mucho la pena y es que el paisaje andino ¡es tan bonito!.

Vilcashuamán, está construida sobre la antigua ciudad inca, de la cual quedan el Templo del Sol, con iglesia encima, como no, y una pirámide escalonada o "ushnu" que aún conserva el trono del Inca y la Coya (su esposa), desde el cual se sentaban a ver su imperio. Aunque a mi me gustaba más la vista hacia el otro lado.


Aquí estamos los tres excursionista sentados en los tronos. Mi jefa, Shirley, a mi lado, y su prima Carla. Ellas cupieron mejor en la combi.



Y este es el Ushnu.
Pero lo más sorprendente para mi es cuando te acercas y ves la perfección con que están talladas las piedras.


Encajan perfectamente entre sí. Y es que no hay ningún tipo de aglutinante entre ellas y aún así son las únicas construcciones que quedan en pie después de los terremotos. Por lo que nos contaron simplemente se deslizan un poco, pero nunca se derrumban. Parece como si se pudiesen empujar con un dedo.

A pesar de tener esto y de ser capital de la provincia, Vilcashuaman es muy pequeño y muy humilde. La sensación de abandono es total. Es la provincia con más analfabetismo del país, un 44%. Este porcentaje se eleva mucho en el caso de las mujeres indígenas.

viernes, 22 de octubre de 2010

Mi nueva huasi

Ayacucho es una ciudad pequeña, pero mucho más animada y bonita de lo que me esperaba.
Está rodeada de enormes montañas, que espero descubrir poco a poco.
Y está llenita de iglesias.


El centro neurálgico, es la Plaza de Armas, que es donde se encuentra el Centro Cultural de la Universidad Nacional San Cristobal de Huamanga, también conocido como CC- UNSCH (impronunciable), donde trabajo.
El Centro Cultural está en la Casona de Velarde Álvarez. Que así era....

 ... y así es.


En otro momento hablaré de mi trabajo.

Ahora me apetece más hablar sobre mi huasi. Mi casa.
Mi huasi está en el barrio de San Juan Bautista, a unos 10 minutos andando de la Plaza de Armas. Y el barrio está en la ladera de un cerrito. Igual a cuestas.
Cuando llego a mi casa, tengo que subir 5 pisos andando y mis pulmones aún no se han acostumbrado a las alturas de por aquí. 
Pero mi casa me encanta. Es la primera que visité, pero tuve que ver unas 10 casas más para darme cuenta que era la mejor. Y es la mejor, entre otras cosas por las vistas. Al estar tan alto se puede ver toda la ciudad y las montañas que la rodean.
A lo lejos, los nevados.


De noche, las luces de la ciudad y la gigantesca cruz luminosa en lo alto de la montaña (¡terror!).


Y es que este país, y en especial esta ciudad, es muy religiosa. Tanto, que el día que se inauguró el edificio donde vivo, vino un cura a bendecirlo. Era el mismo día en que yo entré a vivir. Por la noche se hizo una gran fiesta y se rompió champagne (o similar) en todos los balcones. E hicieron un ritual un tanto extraño en todos los departamentos.
Este es el momento en que llegaron al mío (soy el único inquilino, de momento).


Mi casero es el que sostiene La última cena , que por suerte para vosotros en ese momento no estaba enchufada. ¡Por que sí!, el marco se iluminaba, jajaja.
La señora más mayor era la que hacía el ritual de las 4 esquinas. Tiró un liquido con pétalos de rosa en las 4 esquinas del salón, y también un poquito para mi... me vió cara de pecador.

La verdad es que son gente encantadora. Ya os los presentaré.

Y volviendo a las vistas de mi casa.

Estar a esta altura te permite ver las tormentas llegar.


Y aunque parezca una tontería, no lo es.

Esto es lo que pasa en Ayacucho cuando llueve fuerte, que viene siendo casi todos los días.


Y es que esta calle, normalmente es así.


Según la gente, esto sólo es el principio de la época de lluvias. En unas semanas hay personas que se dedican a cruzar a la gente de una acera a la otra con una especie de carrito.
Pero bueno, esto sólo pasa por las tardes. Por la mañana hace calorcillo y el sol pega fuerte, así que todo se vuelve a secar.

La llegada

... y por fin llegué.

El tiempo pasó volando y volando llegué a Ayacucho.

Pero primero llegué a Lima. Así.



Todo un lujazo. ¿Habrá de nuevo overbooking en mi vida?

Esa primera semanita en Lima con mis compis de aventura Marta, Eva, Milena y María, me encantó. Una semana de incertidumbres, largas esperas, pero sobre todo de muchas risas y comilonas.  


Lima es una ciudad que a primera vista no llama mucho la atención. Hay un tráfico terrible, mucho ruido, está siempre nublado y no es especialmente... bonita.
Sin embargo, estoy seguro que esconde algo y tengo ganas de descubrir qué es. De hecho vuelvo en un par de fines de semana. Y conociendo a gente allí, la cosa cambia.



A su favor, tengo que decir que la comida está suuuuper buena. Lo he intentado probar todo, tanto comida como bebida, incluida la famosa Inca Kola, que no me convenció.



Y después de esa semana, cada uno se fué a su destino.
En mi caso, en un avión de hélices que hacía un ruido infernal, pero el paisaje de Los Andes hizo que mereciese mucho la pena.