La misma noche de la batalla de Ayacucho, David y yo comenzamos nuestro primer viaje. Teníamos tres días, así que decidimos ir al departamento de Ica, que se encuentra en la costa y entre los departamentos de Lima y Ayacucho. Cerquita en kilómetros, pero como siempre, lejos en bus.
Cerca de la capital, también Ica, se encuentra un lugar llamado la Huacachina. Es un oasis un tanto decadente entre dunas inmensas. El caso es que llegamos a la Huacachina sobre las 5.30 a.m. y ,lógicamente, en un oasis no hay nadie dispuesto a ayudarte a esas horas… así que decidimos esperar en una de las dunas hasta que llegaran las 8 y alguien nos diese de desayunar y alojamiento. Según pasaba el tiempo veíamos como la gente salía de los hoteles y comenzaba a subir las inmensas dunas, nosotros también nos animamos. Fue en ese momento cuando nos dimos cuenta de que no estamos muy en forma… no llegamos a la cima de ninguna.
Lo que se hace en el oasis es básicamente el cabra, montar en buggie y lo más divertido, el sandboard.
(Prometo poner videos del sandboard a la vuelta)
Al día siguiente por la mañana nos fuimos a la Reserva Natural de Paracas. Es una pequeña península desértica, como toda la costa peruana, donde paran a descansar los flamencos rosados. Resulta que el color de su plumaje lo adquieren de su alimento, unos gusanos rojos que rebuscan en la arena de las playas.
Una de las maneras en las que se puede visitar la reserva es con un guía turístico que te lleva en su taxi, o también podríamos decir, un taxista que hace de guía. Sería mucho más interesante poder investigar la península de otra forma, por que es un sitio espectacular, con playas preciosas, con arena rojiza, en las que puedes acampar, pero si no se tiene mucho tiempo, es una buena forma de conocerlo.
En la rutilla, entre fósiles marinos, vistas preciosas al mar con gigantes acantilas y delfines saltando... también te llevan a una zona que está en medio de la reserva, con 3 o 4 restaurantes de pescadito. Estos restaurantes son los que han resurgido después del terremoto de hace 4 años, todavía se ven algunos que están completamente destruidos. Este pequeño rincón se vio afectado tanto por el terremoto como por un tsunami.
Curioso y a la vez triste es ver, a la llegada de estos restaurantes, inmensos pelícanos esperando como perros que caiga algo de comer. Y es que como pudimos ver, algunos les dan comida para que se acerquen a los gringos y se hagan la foto de turno a cambio de una propina.
Otro de los atractivos de esta zona, son las Islas Ballestas, o “Las Galápagos de los pobres”. A las 8 de la mañana nos juntan a todos y puedes ver el ambientillo mafioso que tienen montado alrededor de la visita. Todos los organizadores correteando de un lado a otro, hablando por el celular, nerviosos para meter a sus clientes en alguna de las barcas. Finalmente todo el mundo entra y visitas las islas sin problema.
Las islas son famosas por la fauna y por el guano. La fauna es espectacular, leones marinos, pingüinos Humboldt (de 40 cm de alto aprox.), pelícanos y miles de aves en general. Y el guano o excremento de ave, que es lo que tiñe las islas de blanco, es otro gran tesoro del Perú. Este guano es el mejor fertilizante natural del mundo y en las islas se recoge por toneladas, pero ha sido tal la exportación de este producto y el abuso de las aves (también por la cacería) que ahora la recolección está prohibida y sólo se hace cada 7 años. Anteriormente la cantidad de guano era tal, que había zonas de hasta 5 metros de pura mierda de pájaro. De hecho el olorcillo durante la visita es un tanto característico. Con este producto Perú ha pagado la mayoría de su deuda externa.
En una de las islas hay dos guardias que viven allí todo el año, para asegurarse de que nadie se lleva el guano. ¡Qué horror de trabajo!
Gringoman preparado para zarpar.
La mancha oscura del fondo son colonias inmensas de pelícanos, cormoranes ...
Por último decidimos pasarnos por Pisco, que está cerquita de Paracas. Nos quedamos tocados al ver las pésimas condiciones en que se encuentra la ciudad después del terremoto. Hablando con la gente, todos coincidían en que los distintos alcaldes se habían llevado mucha pasta que era para la reconstrucción de la ciudad. Aún se pueden ver casas derruidas, la iglesia a punto de caer, grietas, escombros...
Con el post de hoy me despido hasta el año que viene. Esta noche David y yo cogemos un bus de camino a Lima y comenzamos el viaje por el sur del país. A la vuelta, ya solito, escribo y cuento.
Sin más ¡felices fiestas a todos!