Un paseo entre el barrio de Miraflores y el de Barranco con el Oceano Pacífico a un lado y bajo el sol, asomando entre las nubes, que parece que no, pero quema (jeje), hace que la visita a Lima ya merezca la pena. Sobre todo al atardecer.
Mi ida a Lima se debía a la llegada de David, que ha estado toda esta semana conmigo en Ayacucho.
Yo llegué el domingo por la mañana y David llegaba el domingo por la tarde, así que yo me dediqué a pasear por la ciudad y a visitar museos.
En ese tiempo descubrí algunos sitios que me encantará enseñaros, si en algún momento os acercais por aquí.
Entre ellos está el Museo Pedro de Osma, en Barranco, que aparte de su localización en una preciosa mansión, guarda un pequeño secreto en sus jardines.
¡Está lleno de colibríes!
¿Alguien había visto un colibrí posado?
Yo no.
Me quedé, aproximadamente, una hora haciendo fotos. Los del museo, que se aburrían como ostras, ya que era el único visitante (seguramente de toda la semana), no paraban de reirse de mi gringada de ir detrás de los pajaritos...
Y hablando de pajaritos, hay otro que también abunda por aquí, que creo que se llama gallinacea y que no debe ser muy majo.
Hasta donde yo sé, esta señal querría decir: Prohibido gallinacea.
Pero no funciona.
Este domingo vuelvo a Lima, en este caso por trabajo, intentaré sacar un huequito para ver más de esta megalópolis. Y en quince días vuelvo de nuevo. Al final será mi segunda huasi.
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