lunes, 10 de enero de 2011

Huasi Chunka Iskay niyoq

Las vacaciones comenzaron y de nuevo nos metimos en el maravilloso mundo de los viajes en autobús. Hay que decir que aquí hay buses buenísimos, no así sus conductores…
Ayacucho- Lima y en avión a Arequipa.
Arequipa es la segunda ciudad más grande del Perú, con algo menos de 1 millón de habitantes. La primera, Lima, cuenta con 10 millones.
 El casco histórico de Arequipa está declarado “Patrimonio Histórico de la Humanidad” y es que es realmente bonito. Está construido con piedra volcánica blanca, por lo que se la conoce como “La ciudad blanca”. También está rodeada de varios volcanes, el más famoso el Misti, muy parecido al Fuji japonés, no se dejó ver en los días que estuvimos por allí. Siempre tapado por nubes...


Entre sus construcciones se encuentra el Convento de Santa Catalina, un convento amurallado de dimensiones increíbles. Es una auténtica ciudadela de colores que fue creciendo desde 1579 hasta mediados del s. XX. Sólo las monjas de clausura sabían lo que allí había, hasta que en 1970 se abrió al público y se dio a conocer este alucinante espacio.



El convento se construyó para las hijas, no primogénitas, de las familias adineradas españolas. Se regía bajo sus propias normas, de tal forma que estas mujeres vivían en sus propias casas y con sus propias esclavas.
El complejo cuenta con calles, varias iglesias, claustros, casas, etc., etc. y todo recuerda a Córdoba, Granada... 
Se pueden ver las variaciones que ha sufrido por los distintos terremotos y por los distintos Concilios. Una de las cosas más curiosas es como tras el Concilio Vaticano I, las monjas perdieron todos sus privilegios y tuvieron que dejar de vivir solas y de tener servidumbre. Comenzaron a cocinarse ellas mismas y en un único espacio. Lo que sucedió es que transformaron una de las iglesias en una graaaan cocina y las casas donde vivían quedaron en el abandono, ya que también comenzaron a convivir todas juntas en una gran sala.








Esto son golondrinas que han tomado posesión de las partes traseras de los cuadros que hay en los claustros.


Hay que verlo, para entender lo curioso del convento.
Y desde Arequipa nos fuimos a visitar el Valle del Colca, una rutita de un par de días que se resume en paisajes imposibles y animales muy variopintos. Nunca imaginé que, a 4000 msnm. pudiésemos ver en una misma estampa a un grupo de llamas comiendo al lado de un grupo de flamencos, pero sí en este país los flamencos parece que están por cualquier lado.

Por el camino paramos en el punto más alto del recorrido, a muchos metros, no me acuerdo. Allí frente a uno de los nevados más altos se encuentran miles de amontonamientos de piedras realizados desde época preincaica. Consiste en amontonar piedras guardando bajo estas un poco de coca, que se le ofrece al Apu (Dios Montaña) para que te conceda el deseo. Ahí dejamos nuestro montoncito, con nuestra coca y nuestros mejores deseos. 


 
Tampoco imaginé que fuésemos a ver cóndores con semejante niebla. Se supone que detrás de mi está el segundo cañón más profundo del mundo, el primero está a pocos kilómetros, y que, entre las rocas están los cóndores, pero es época de lluvia y aquí no se ve nada. Ya volveré...

Pero salimos del cañón y en el valle, bajo el sol, los cóndores se animaron a salir. Si el valle es así de profundo, no me puedo ni imaginar cómo será el cañón...


y condorito se decidió a salir...


Fue espectacular verlos sobrevolar el valle y nuestras cabezas. Es un animal inmenso y majestuoso, que parece posar para el público que mira boquiabierto.

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